Y una descarga eléctrica recorrió mis entrañas

Chávez fue, hasta su partida, un referente indispensable para millones de nosotros. Lo sigue siendo

Yo fui uno de aquellos preadolescentes que salió de la infancia para entrar en un mundo unipolar y asfixiante que invitaba más a la depresión que a la vida. Viniendo de una familia comunista me encontré de pronto con un horizonte sin esperanzas ni referencias claras de hacia dónde seguir. Recuerdo que en medio de aquella confusión yo hice de la pared de mi cuarto una especie de mural íntimo de la resistencia, al cual me aferré por años. En él pegaba recortes de periódicos con las noticias de los acontecimientos que sacudieron a Venezuela, allá por el año 1992, y a México, a inicios del año 94. Por aquel mural pasaron decenas de noticias latinoamericanas que fueron como bocanadas de esperanza para aquel niño que yo empezaba a dejar atrás. Sencillamente no podía resignarme a que el futuro se terminara sin tan siquiera haber comenzado para mí. A Chávez lo conocí en aquellos recortes de periódico.

Su visita a Cuba, en el año 1994, resuena en mis recuerdos sin que logre precisar exactamente por medio de quién o cómo llegaron hasta mí las palabras que pronunció en el aula magna de la Universidad de la Habana, al lado de Fidel. Pasó el tiempo y allá por el año 1999, sin que mis jefes se dieran cuenta, yo revisaba en internet los discursos de Chávez y daba seguimiento a las noticias que llegaban desde Caracas. Para ese entonces sus ideas me habían cautivado y estaba convencido de que señalaban un horizonte posible. Fidel y Chávez. Bolívar y Martí. La constituyente, su apasionada opción por los pobres, pero sobre todo la creciente hostilidad de las élites del mundo, me habían terminado de convencer. Me encantaba su manera directa de confrontarles y que no se andaba con medias tintas. Era un gigante que aparecía en el momento en que más necesitábamos a alguien de su estatura.

Tuve el privilegio de conocerlo en el año 2004, durante un evento de solidaridad llamado “Florentino Sin Fronteras, Venezuela no está sola”, poco antes del primer referéndum revolcatorio en la historia de América Latina. De esa visita guardo un recuerdo muy especial: el Teatro Teresa Carreño estaba lleno, delegaciones de todos los rincones del mundo coreaban consignas y agitaban todo tipo de banderas, sonrisas y consignas. Había mucha gente humilde, de esa que le calienta a uno el corazón. Cuando llegó el momento, aquel Chávez cercano se abrió paso hasta la tribuna y comenzó su discurso. Yo conseguí sentarme cerca de la primera fila y con mi cámara de video empecé a grabarlo. Ya entrado en su intervención Chávez preguntó a la audiencia, ¿qué sucedería si los Estados Unidos se atrevieran a detener por la fuerza el proceso revolucionario en Venezuela? Hizo una breve pausa, durante la cual me miró en silencio. Nunca olvidaré su mirada en aquel breve instante de reflexión. “¡Se levantarían los pueblos de América Latina!”, rugió Chávez. Y la audiencia entera se hizo una con aquellas palabras, y una descarga eléctrica recorrió mis entrañas.

Chávez fue, hasta su partida, un referente indispensable para millones de nosotros. Lo sigue siendo. Sacó a Bolívar y a los libertadores de la tumba de olvido en que las oligarquías los tenían sepultados. Plantó cara al imperio, sin pelos en la lengua. Revolución y socialismo dejaron de ser palabras viejas gracias a él. Se jugó el pellejo por nuestros pueblos. En lo personal le agradezco el haberme señalado un sendero por el que transitan hoy mis sueños y esperanzas de futuro. Escribo estas líneas desde una Costa Rica que no atraviesa su mejor momento. Sirva ese sencillo dato para comprender que Hugo Chávez marcó, con sus ideas de integración y su ejemplo de rebeldía e irreverencia, de dignidad alegre y de coraje, a millones de personas que cada día luchamos con la convicción de que la vía del socialismo, la revolución, el anti imperialismo y la búsqueda de nuestra segunda independencia, señaladas por Chávez, son la ruta a seguir.

Allan Barboza-Leitón / Fotógrafo documental y comunicador social costarricense.

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